El bibliotecario de Medina Azahara

El bibliotecario de Medina Azahara

Por Francesco Fusaro, Antonio Torremocha Silva

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Sinopsis

Jalid ben Idris, que había ostentado el relevante cargo de director de la Gran Biblioteca de Córdoba, fue nombrado por al-Hakam II, en el año 962, director de la biblioteca que este culto y sabio califa estaba creando en uno de los pabellones que habían formado parte del Alcázar emiral, abandonado desde que Abderramán III edificóla fastuosa ciudad palatina de Medina Azahara y trasladóa ella la Sede del Poder. Acompañado de Talid al-Qurubí, como conservador, y de Lubna y Fátima, dos esclavas cristianas manumitidas por el primer califa de al-Andalus, destacadas copistas y famosas traductoras y restauradoras de libros, se dedicó, con el decidido apoyo moral y económico del califa, durante los años de su reinado, a reunir, catalogar, copiar alárabe y restaurar, cuando fuera necesario, libros y antiguos códices hasta lograr reunir unos fondos bibliográficos constituidos por más de 190.000 libros. Al finalizar el reinado de al-Hakam II, la Gran Biblioteca de Córdoba era el faro que iluminaba la cultura de Occidente y de Oriente, que atraía a la capital del Califato a sabios e intelectuales de todo al-Andalus, del norte deÁfrica, de las grandes capitales del imperio de los abasíes, de la Persia samánida y de los reinos cristianos del norte, incluyendo el llamado Sacro Imperio Romano-Germánico. Hasta que, desaparecido el ilustre y tolerante al-Hakam II, el poder califal cayóen manos del gran chambelán, Muhammad ben Abi Amir, alias Almanzor, las mandósacar de la Gran Biblioteca, sin que Jalid ben Idris pudiera impedirlo, y quemarlas en una enorme pira en la plaza que había delante de la expoliada institución que tanto esfuerzo había costado crear. Perseguidos los responsables de la Gran Biblioteca, Lubna y Fátima lograron escapar, pero Talid al-Qurtubífue torturado y muerto. Su director, Jalid ben Idris, acusado de hereje y enemigo de Estado, fue condenado a prisión y a ser ejecutado, teniendo que abandonar precipitadamente la ciudad en la que había nacido, a los sesenta y ocho años de edad, para poder salvar su vida. Vestido de humilde mercader y, acompañado de su criado Farid, embarcóen el puerto de Almería y se dirigióa la ciudad de El Cairo, donde su fama le había precedido, recibiendo el amparo del culto califa fatimíAbu Mansur Nizar al-Aziz, que lo nombródirector de la “Casa de la Sabiduría” que había fundado unos meses antes en la capital de Egipto.

Antonio Torremocha Silva